sábado, 28 de diciembre de 2019


Quitando más máscaras # 2: La torpeza

Hola, mi nombre es Gabriela y soy una de las personas más torpes que conozco. – Responder como sesión de AA –. Debo admitir que he tenido 15 yesos en mi pie izquierdo y un medio yeso en mi brazo izquierdo. No recuerdo mucho sobre cada experiencia, pero si tengo algunas anécdotas al respecto.

La primera que tuve fue el medio yeso del brazo, estaba una niña hermosa de 8 años jodiendo en la cama porque no se quería vestir, cuando su hermana de 16, la jala fuerte del brazo para poner orden y pues, se quedó con el brazo en la mano. Me zafó el brazo de su sitio, mi mamá me llevó al doctor y después de ponerlo en su sitio, me pusieron un medio yeso. No te preocupes Mana hermosa, eso quedó en el pasado – me vengué con el sueño de la araña hace unos 4 años jajaja. –

La primera vez que tuve yeso en el pie, fue en el verano del 99, cuando pateé la grada de mármol subiendo al tercer piso. No fue muy complicado, le pusieron un taquito y con eso me pude movilizar sin mayor problema. Solo tuve 2 semanas ese yeso, para fijar mi dedo índice de nuevo en su sitio. El tema fue que cuando me lo fueron a sacar, la maquinita que corta yeso pero no pierna, estaba malograda, por lo que tuvieron que sacármelo con unas tijeras enormes. Estas bellas tijeras no solo me arrancaron todos los pelitos en el camino, sino que me dejaron heridas en ambos lados por dos meses.

He tenido yesos, por competencias en el cole, por jugar futbol en el Club Internacional, por caerme en la arena mientras caminaba toda sexy jajaja, entre otras.

Una muy divertida, fue cuando salí con dos amigas a las 7 pm a tomar una cerveza, una de ellas estaba embarazada y quería salir por una cerveza entonces la seguimos. Saliendo del local, caminando tranquila por la Calle Zela, tuve que meter el pie en el único pedazo de piso que no estaba colocado. Terminó conmigo abrazando la pierna del señor de seguridad del Split diciéndome “cuidado mamita, te vas a caer”, obviamente algo tarde, yo ya besaba su pierna, a lo que respondí “cállate y levántame del suelo menso!”. Y obviamente, terminé con yeso.



También debo admitir que me gusta volar. Una vez, dejé a mi hija de 8 en el auto, en el asiento de copiloto, mirando hacía la farmacia en la que yo entraba. No vi un pequeño desnivel para entrar a dicha tienda y salí volando. Lo gracioso, es que estaba mi espalda doblada. Mi cuerpo entero era una L de costado. No perdí los dientes porque me enganché en el anaquel de condones. Cuando volteé a ver a mi hija, ella tenía una cara de “qué carajo te paso?” Al día siguiente tuve que ir a otra farmacia, obviamente, para comprar un relajante muscular porque me dolían hasta los dientes.


Recuerdo una vez, cuando tenía 19, en un viaje con una de mis mejores amigas a Arica. Veníamos caminando por la peatonal y veíamos a todos los señores haciendo actos en la calle, era muy divertido, era la primera vez que veía algo así. Ambas, algo resaqueadas, caminábamos en busca de completos, cuando decidí volar como un ángel y gritar “ahhhhhhhhhhhhh”, lo cual hizo que todas las personas que veían el show, voltearan a ver a MI SHOW. No había visto un suministro de agua – color rojo, mediano – en plena vereda. No olvidemos que era verano y que hacía calor, por lo que se me salió la sandalia y me reventé los dedos. Pero, volé con estilo y si algo aprendí de mi papá, es siempre caer de pie. Así que pude recoger mi sandalia y seguir mi camino.


La primera vez que mi hija vio caerme, ella tenía 3, cuando saliendo de mi cuarto, me resbalé y terminé en 4 patas. Llorando y riendo no quería que me toquen y mi pequeña me sobaba la cabeza con cuidado y me preguntaba si estaba bien, mientras que yo no podía ni moverme por el dolor. A lo que llegó mi papá para ayudarme a rodar y levantarme del suelo.


Pero la más hermosa, fue cuando decidí escaparme a almorzar con la misma amiga con la que viajé, para un cebiche un sábado al medio día, super tranqui. Yo iba con mis botitas sin taco Skechers nuevas que había comprado, cuando de la nada, se me resbala el pie derecho y rodé las siguientes 10 gradas sobre mi pie izquierdo. Grité como loca y todos salieron a verme por la baranda del segundo piso. Entre mi papá y el señor que estuvo limpiando ese día, me cargaron al carro y terminé mi lindo día de relajo en la emergencia, sacándome placas a las rodillas y pies. Fue un lindo recuerdo en mi casita. Nunca más bajé las gradas con confianza jajaja. 

En el nido en el que trabajaba, hay un desnivel en uno de sus patios, pero como está tapado con pasto sintético no se notaba, sin embargo, sabiendo que ese hueco se encontraba ahí, siempre me metía al mismo hueco. Por lo menos una vez al mes, terminó pisando mal en la calle y mis pobres pies no sé cómo hacen para mantenerme de pie, pero se doblan como plastilina. Si alguna nunca falta en mi casa es diclofenaco en gel.

Y ni que decir cuando viajo con mis amigas, termino con descanso médico al regreso, porque se me derrama el líquido cenobial de las rodillas y parezco elefante. 

Canciones relacionadas al tema: I believe i can fly y el gato volador.


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